La Gran Travesía: La Alta Ruta Pirenaica.

Todos tenemos miedos ¿no? Mi mayor miedo es levantarme un día y no sentir nada, el tiempo es mi mayor tesoro, y lo cuido como mi vida porque mi vida es el tiempo que me queda y aunque no lo crea, no es eterno. Hace tiempo que dejé de buscarle significado a las cosas que no entiendo, a veces me pregunto, ¿que importa si me esperan en el cielo o el infierno?, lo que importa está aquí y mi objetivo es tratar de sentirme bien en el momento porque sé que ser feliz eternamente no se puede. Tengo treinta años y no he aprendido mucho, pero todo lo que sé, te aseguro que es verdad, así te digo que prefiero la fantasía porque la realidad es tan cruel como la enorme nostalgia que siento por navidad. Quiero despertarme cada mañana con una ilusión, con una sonrisa y decir que me encanta lo que hago. La vida es eso que dejo de hacer mientras sueño con hacerlo cuando escribo, ¿es breve?, sí, como esta reflexión.

La Alta Ruta Pirenaica (ARP) o Haute Randonée Pyrénéenne (HRP) en francés, nace en los años 70 de la mano del montañero francés Georges Véron. La idea de unir el Atlántico con el Mediterráneo atravesando los Pirineos no era nueva y otros mucho antes ya lo habían realizado, de hecho, la primera travesía que se tiene noticia data del año 1817 cuando el francés Fréderic Parrot une los dos mares con el propósito de calcular el desnivel entre los dos mares, situándolo en 4.10m. La Alta Ruta Pirenaica, como Verón describe en su libro, discurre en mayor parte por la vertiente norte y pasa a España cuando lo obliga el relieve y cuando la falta de equipamiento de la vertiente francesa no permite otra cosa. Podría decirse que la ARP es un recorrido intermedio entre el GR10, vertiente norte, y el GR11, vertiente sur, y que por lo general discurre a mayor altura aunque a veces coincide con estos. El trazado original comienza en las playas de Hendaya y termina en Banyuls.

Del Cantábrico al Mediterráneo (pasando por tres países como España, Francia y Andorra), cubriendo un recorrido cercano a los 900 kilómetros y un desnivel acumulado de unos 55.000 metros, tanto de ascenso como de descenso, la aventura de cruzar los Pirineos a pie por la ruta más elevada posible, la más salvaje y, por consiguiente, la más comprometida, ciertamente es uno de los retos montañeros más destacables que pueden realizarse en Europa. Sin duda, por sus dimensiones, la Alta Ruta Pirenaica estaría en el límite como travesía asequible a escala humana, un proyecto exigente con poco espacio para la recuperación física entre jornadas.

Aproximadamente durante un mes y medio estaré caminando, esto no es un reto deportivo, como están tan de moda, esto será una experiencia para los sentidos, un viaje de emociones personales descubriendo día a día cimas inalcanzables, surcando circos glaciares, desolados collados o acampando en prados familiares del medio rural, junto a cabañas de lugareños acostumbrados a la vida libre de la montaña en compañía de la luna, las estrellas, la lluvia, el viento y el ulular de las aves nocturnas. El auténtico valor de un viaje de esta envergadura es la acumulación de vivencias personales experimentadas en la propia montaña, lejos de la vida urbana y las facilidades de una rutina cómoda y asegurada. Durante la pateada pirineista hay que preocuparse por alimentase bien, descansar adecuadamente y recuperarse de la fatiga, evitar lesiones, protegerse de las ventiscas y los acontecimientos meteorológicos, buscar buenos lugares para acampar, interpretar el medio que te rodea y mantener la motivación. Si Dios lo quiere, espero que mi voluntad y mis piernas estén a la altura para completar esta travesía del tirón.

Esta foto está realizada en el Refugio del Toubkal, hubo una noche que no podía dormir y me levanté para contemplar el cielo, decidí echarme una autofotografría, como otras tantas veces he echo, con el autodisparo, pero para mi sorpresa el resultado fue un tanto sorprende, pues se puede apreciar mi estado transparente, seguro que tiene alguna explicación....

Reír es arriesgarse a parecer tonto.
Llorar es arriesgarse a parecer sentimental.
Acercarse a otro es arriesgarse a involucrarse.
Expresar los sentimientos propios es arriesgarse a mostrar el verdadero yo.
Exponer tus ideas o tus sueños en público es arriesgarse a perderlos.
Amar es arriesgarse a no ser correspondido.
Vivir es arriesgarse a morir.
Tener esperanza es arriesgarse a desilusionarse.
Intentar algo es arriesgarse a fracasar.
Pero debemos asumir riesgos,
porque el mayor peligro de la vida es no arriesgar nada.
La persona que no arriesga, no hace nada, no tiene nada, no es nada.
Puede evitar el sufrimiento y la tristeza,
pero no aprende, no siente, no cambia, no crece, no vive.
Encadenado a su miedo,
es un esclavo que ha perdido toda libertad.
Solo una persona que arriesga es libre.
El pesimista se queja del viento.
El optimista espera que cambie.
Y el realista ajusta las velas.

William Arthur Ward.

Comentarios

  1. Esperaré con ansia esos autoreportajes y por supuesto crónicas con todos los detalles (alimentación,equipamiento,descanso) ,ojalá todo el mundo pudiera elegir su propio destino,seguro viviríamos muchos mas felices

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  2. Gracias Dvid!! Antes de irme te haré una visitilla...

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