Confesiones: II Subida a Peña Escrita

La memoria es frágil, difusa en algunas ocasiones y olvidadiza en otras. En algunos casos, porque el tiempo transcurrido es tanto que ha acabado diluyéndose. Hay fechas que difícilmente se olvidan, quedan marcadas como un sello en una parte del cerebro. Recuerdas perfectamente lo que sucedió, lo que hacías y dónde estabas ese día determinado y, por el contrario, te cuesta recordar las cosas de hace una semana. El 6 de julio de 1996 es un fecha que nunca olvidaré, por aquel entonces yo tenía 13 años y mi pasión era el ciclismo de carretera. Aquel día fue la primera vez que lloré al descubrir que un héroe puede ser humano, lloré con los ojos y con el corazón al ver a Miguel Induráin con el rostro hundido y desencajado, enterré mi rostro con mis manos mientras sollozaba "no puede ser". Sentí lo mismo que al ver la escena de la película Superman II en la Metrópolis cuando era derrotado por los 3 Kriptonianos en el vídeo beta acompañado de mi abuelo unos cuantos años antes. Miguel Induráin era un súper héroe y verlo sufriendo y atravesando dificultades me impacto bastante, ese hombre del que imaginé que era de otra galaxia, con piernas de acero, bajó a la tierra de golpe y porrazo para hacerse humano.


Después de una dura preparación, hoy yo, al igual que Induráin aquel fatídico día, hemos apretados los dientes en un rictus que quienes conocen el deporte saben que es dolor contenido en estado puro, sin capacidad de respuesta me he arrastrado por las pendientes, mirando para todos los lados, esperando encontrar un coche conocido donde refugiarme. Tanto mis zancadas como su cadencia de pedaleo eran muy diferente de lo que estamos acostumbrado a ver. Mi figura se ha mostrado débil y vulnerable, en plena subida a Peña Escrita como Induráin se mostró en aquella escalada aciaga de Les Arcs.


La competición me ayuda a expresarme y la escritura a reconocer emociones que de otro modo, es posible que no pudiera llegar a entender en su sentido íntegro. En ocasiones es difícil admitir que detrás de una sensación de rabia, se esconde la tristeza, qué detrás del triunfo se halla la inseguridad y que detrás de la decepción se encuentra la felicidad, son máscaras que todos llevamos en la cotidianidad y de las que no somos del todo conscientes. Cuando escribo en este blog, siempre busco un instante para mí mismo, regalándome un espacio de tiempo precioso para pensar sobre mi vida, sin importarme el hecho de que será compartido a los demás.




Por suerte, tengo el placer de tener en mi circulo de amistad a personas tan grandes como las de la imagen de arriba (David y Miguel Ángel), porque si algo aporta la amistad es satisfacción, y es lo que siento al compartir momentos y comprender esos sentimientos. Porque alguien me dije una vez que me rodeara siempre de personas que sean mejores que yo, será la única manera de tener buenos referentes, de prosperar, de marcarse retos de superación. No quiero terminar sin felicitar nuevamente a la organización por la prueba, es un placer correrla, y a sus participantes por presentarse en una linea de salida y disputar una carrera bastante dura, especialmente al ganador Roberto Salado.

Comentarios

  1. Canío simplemente no fue el día , cualquier deportista ha pasado su crisis ,lo importante es aprender de ella y salir rentabilizado , por cierto no estoy de acuerdo contigo en que te rodees de gente mejores que tu , nadie es mejor que nadie simplemente son diferentes que te aportan cosas interesantes

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