Un sueño cumplido: Mont Blanc - Primera Parte
En la esquina occidental del mar de hielo que cae por la cara Norte del Mont Blanc hacia Chamonix, hay un hombro que permanece nevado, la Aiguille de Goûter, que en Julio de 1861, M. Anderegg, J.J. Bennen y P. Perren junto con los ingleses L. Stephen y F.E. Tuckett la alcanzaron por su vertiginosa vertiente Oeste, desde los dominios de la localidad de Sant Gervais. Algunas veces olvidamos que estos hombres eran de otra naturaleza. De este modo se conseguía alcanzar la cabecera de los glaciares sin necesidad de atravesar sus descarnadas y agrietadas lenguas inferiores. Esta ascensión se abre camino sobre una trepada de roca sencilla que últimamente se ha demostrado peligrosa al deshelarse el agua que la embebe durante las fuertes calores veraniegas en forma de caída de piedras.
Desde la localidad de Les Houches a una altitud de unos 1.000 metros, junto al teleférico que te sube a la estación de Bellevue (Bella Vista), parte un camino asfaltado, flanqueado de chalets y coquetas viviendas unifamiliares. En la parte alta del barrio otro cartel me encamina hacia la izquierda, el interior del bosque. Hace mucha calor y enseguida me noto empapado, el ritmo es lento por el peso de la mochila. Cara de fatiga, pienso, podría haber subido en uno de los remolques, pero entonces recuerdo la razón por la que vine y la sonrisa de nueva en la cara pervive. La senda asciende por un umbrío bosque de píceas, una conífera de aspecto similar a los abetos. La subida es constante, se cruzan varios arroyos de agua y alguna que otra señal hacia lugares como el Col de Voza, sitio emblemáticos de esta zona. El bosque desemboca en una explanada, desde donde se divisa el edificio del teleférico de Bellevue que se encuentra a una cota de unos 1.800 metros.
En el Plateau de Bellevue hay varias decenas de personas, me sorprende ver tanta gente arriba después de haber ascendido en completa soledad. Unos paneles te indican el camino a seguir hasta los refugios que dan cobijo para la ascensión del Mont Blanc. Las indicaciones me dejan en una estación intermedia llena de gente con grandes mochilas, del tren cremallera TMB que sube desde la estación inicial de Saint-Gervais-les-Bains-Le-Fayet a 590 metros de altitud hasta los 2.370 del Nid d'Aigle justo en el corazón del glaciar Bionnassay.
El Tramway du Mont-Blanc (TMB) es el tren de cremallera más alto y uno de los últimos trenes con estas características de Francia. Se inauguró en 1909 y desde entonces lleva en invierno a los pasajeros hasta la planicie de Bellevue para esquiar y en verano, los acerca hasta el Nid d'Aigle para subir a las montañas. Las tres máquinas del tranvía que suben y bajan llevan los nombres de las tres hijas de quien fuera propietario de sus explotación hasta 1956, Anne, Marie y Jeanne.
Desde la estación intermedia de Bellevue se puede continuar por las vías del tren caminando, aunque un cartel lo prohíbe, por resultar peligroso. Hay bastante espacio a cada lado de los raíles, pero si no fuera el caso, el tren va tan despacio que puedes desplazarte varios metros hacia la cuneta para más tranquilidad. El camino junto a las vías sigue siendo en completa soledad, con estupendas vistas a la Aiguille de Bionnassay. El tren a esas horas de la mañana sube cargado de personas, así que imagino que arriba debe de estar bastante animado. Empiezo a divisar el Glaciar Bionnassay que desciende desde los 4.000 hasta los 1.800 metros, se encuentra al pie de la ladera norte de la Aiguille de Bionnassay.
Continuando por las vías del tren, alcancé una zona plana, llamada Col du Mont Lachat a 2.025 metros, es el lugar elegido para cruzarse los trenes cremalleras, donde se detienen y el acompañante del maquinista acciona manualmente una palanca que hace mover los raíles al tramo paralelo. Justo aquí encontramos unos nuevos paneles indicativos, en ese punto descubrí que hay un sendero que sube directamente hasta este lugar sin tener que andar en paralelo a las vías del tren. Ahora una nueva marca en rojo, señala la dirección a seguir, este color indica que es una ruta de alta montaña y requiere prestar más atención y preparación física.
Esta ruta tan desconocida para la mayoría de montañeros que intentan ascender al Mont Blanc, era la ruta que se usaba en las primeras ascensiones, mucho antes que existiera el tren cremallera TMB. La Compagnie des Guides de Saint-Gervais se ha encargado de recuperar la antigua vía de acceso al Tête Rousse desde el macizo de los Andelys. Durante el transcurso de las obras, los guías quedarán sorprendidos positivamente por la calidad de los basamentos del sendero, todos ellos realizados basándose en una lógica muy próxima a la de un verdadero camino. Las vistas al Valle desde el collado son impresionantes, nos encontramos justo en una línea imaginaria horizontal hasta la localidad de Chamonix, el cual se encuentra franqueado por las Agujas Rojas a un lado y las temibles Agujas de Chamonix del otro.
Un camino evidente sube en fuerte zig-zag hasta llegar a una zona de piedras, grandes bloques, aquí no hay sendero, pero sí unos puntos amarillos en las rocas para marcarnos la dirección, hay que tener mucho ojo los días de niebla, prestar atención en donde ponemos los pies en cada paso. Desde esta zona no se ve salida, a nuestra izquierda se encuentra el fondo del valle, si continuamos de frente hay un gran barranco hasta el Glaciar de Bossons. A nuestra derecha encontramos una pared bastante vertical, está equipada de cadenas, escaleras y peldaños metálicos, que en esta época no era necesario su instalación para progresar, pero en invierno y con el hielo que se tiene que formar en esta zona umbría, debe de ser imprescindible. Hay algunos pasos aéreos, algunas terrazas y algunas trepadas, las vistas siguen siendo espectaculares, se percibe una sensación de alpinismo, merece la pena detenerse y echar un vistazo a todo el entorno.
Las vistas a l'Aiguille du Midi desde este punto son magnificas, este pico con una altitud de 3.842 metros, es la más alta de las Agujas de Chamonix. La aguja es el punto de llegada del teleférico de l'Aiguille du Midi. Su estación superior está situada a 3.777 metros de altitud, aunque para alcanzar la punta a 3.842, existe un ascensor. El 4 de agosto de 1.818 fue alcanzada la cumbre norte por A. Malczewski, J.M. Balmat y otros cinco guías. Posteriormente, el 5 de agosto de 1856, J. A. Devouassoux y A. y J. Simond llegaron a la cumbre sur. También es visible la cima del Mont Blanc du Tacul de 4.248 metros, este montaña pertenece a otra gran vía de acceso al Mont Blanc como es la ruta de los cuatro miles, digna de ser intentada.
Una vez en el collado que da acceso a la cabaña de Rognes a 2.768 metros, y después de trepar por toda la pared, un refugio no guardado pero actualmente abierto, nos recibe para mostrarnos el nuevo camino por recorrer. Me sorprende el paisaje, donde la vegetación es inexistente, un aspecto desolador me rodea, por algo llaman a este lugar el Desert de Pierre-Ronde (Desierto de Piedra Redonda). A mi izquierda está el glaciar de Griaz, a mi derecha la bajada hacia Nid d'Aigle y justo de frente la subida al refugio y glaciar Tete Rousse, unos 400 metros de desnivel positivo.
La subida por el pequeño espolón no tiene ninguna complicación, la recompensa por llegar hasta arriba se empieza a sentir a cada paso que avanzo. El viento comenzaba a golpear con fuerza cuando el contrafuerte de la subida no me protegía y quedaba al descubierto. Al terminar el espolón se alcanza el glaciar de Tete Rousse a 3.132 metros, un nuevo entorno te abraza, de montaña, justo el que soñaba encontrar. Hay una zona dedicada a la acampada sobre nieve y roca, el entorno es magnífico, de cerca tienes la Aiguille du Gouter, y de telón de fondo la Aiguille de Bionnasay de 4.040 metros con su seracs colgantes y su arista de vértigo.
El íbice o cabra salvaje se encuentra últimamente en la cordillera de los Alpes. En su búsqueda de pastos, los íbices demuestran tener un paso seguro sobre los lugares empinados más inverosímiles. Es curioso ver como lamen la superficie de las rocas en busca de sal, debido a que su dieta basada en vegetales no les proporciona a estos animales el sodio que contiene la sal y que su organismo necesita. La imagen revela la tranquilidad con la que las cabras buscan el preciado elemento, ajenas totalmente a la altura y el peligro.
El sofá es a la vida lo que la cadena al esclavo. Desde el sofá es fácil alcanzar lugares remotos. El espectador de documentales y series vive los momentos más duros sin los dedos entumecidos o los pies machacados porque en la pantalla el sufrimiento siempre lo pasan otros. El adicto al sofá desconoce que el frío de los Alpes es una magnífica opción para reencontrarse con la vida.
Cerca del lugar donde se montan las tiendas de campaña, hay una zona delimitada por cintas naranjas, este lugar está prohibida para caminar o acampar, es una zona frecuentada de caídas de rocas, pues toda la parte superior se encuentra muy descompuesta. El glaciar de Tete Rousse se atraviesa por la parte inferior, prestar bastante atención al pasar, lo normal es no tener los crampones puesto y cruzarlos sin ellos, yo como iba en zapatillas y llevaba unos específicos, me los puse y no tuve ningún problema. Para facilitar las cosas, hay algunos tablones de madera para cruzar los cauces de agua formados en el glaciar, en la zona de acampada se encuentra unos aseos, aunque no se encontraban en buen estado de limpieza, de todas formas se pueden usar los propios del refugio. En el centro de toda la planicie, se encuentra una caseta portátil de color amarilla reservada para los agentes del parque, cuando tienen que moverla hacen uso de un helicóptero. La tarde se pasa muy rápido, montar la tienda, asegurarla muy bien, pues el viento no cesa y es posible que aumente por la noche, ir a por agua al glaciar, hervirla y preparar la comida.
Esta noche al ir a descansar, cerraremos los ojos en busca de ese nuevo sueño que nos acompañe cada noche, ese duende que nos distraiga sin cesar; ese reto que al día siguiente, el año que viene o a al siguiente la esperanza y la ilusión lo hagan realidad.
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