Un sueño cumplido: Mont Blanc - Segunda Parte
He leído en algunos foros que la ascensión al Mont Blanc por Goûter es larga, aburrida y con poco interés para un alpinista. Después de haberla realizado pienso que en realidad es todo lo contrario, creo, incluso, que la Arête des Bosses es uno de los recorridos de nieve más bellos que existen. Para poder explotar al máximo esta subida, deben cumplirse, al menos, dos condiciones: que la climatología sea favorable y disfrutar de sus espectaculares vistas, y que los alpinistas se encuentren en plena forma, para que la marcha sea un placer y no una experiencia desagradable. También hay que tener en cuenta el horario de salida y llegada y más especialmente en este recorrido, nunca te lamentarás de haber salido demasiado temprano. Esto es debido a una razón técnica: se camina mejor si la nieve está dura, así que escalar la Arête des Bosses a las 6 de la mañana es más fácil que al mediodía.
Las primeras dificultades del día consistían en el paso de la bolera y la subida de unos 500 metros por el espolón que da acceso al Refugio de Goûter. El riesgo objetivo de esta primera parte es la caída de piedras desde quinientos metros de altura ya que la pared se encuentra bastante descompuesta. La masificación, la inexperiencia de algunos que la transitan son los riesgos subjetivos. La sucesión de rocas de todos los tamaños y en todas las posiciones que encontré en la hora y media que empleé en salvar los setecientos metros desde la tienda de campaña no tienen ninguna dificultad. Salvo que si te despistas sobre todo al bajar, no vas asegurado o te cae un pedrusco, la poca dificultad se convierte en alta probabilidad de no volver a casa.
Al salir de la zona de acampada se bordea el glaciar Tête Rousse para afrontar la gran pendiente que se muestra a la derecha, que empieza a enderezarse para remontar un terreno bajo la larga arista que asciende hacia la Aiguille du Dôme. Esta sección está provista de cable fijo a la roca. Hay que recordar que es tramo de ida y vuelta, por lo que hay que dejar espacio para que los que bajan, esto depende mucho de la hora a la que se realice el ascenso. Al principio de la subida tienes que cruzar el Gran Corredor, un tramo donde todas las crónicas leídas matizan su peligrosidad, todos se basan en los datos de siniestros registrados en los últimos años. A partir de 1990, han muerto alrededor de 80 personas y unos 200 resultaron heridos en el itinerario entre los refugios de Tête Rousse y el Goûter. Aproximadamente un tercio de los accidentes se producen en la arista, sobre todo en el descenso, y la mitad en los menos de cien metros del corredor que los franceses llaman “de la muerte” y nosotros, los Españoles, “la bolera”.
El día previo a la subida había conocido a un chaval de Mánchester, llamado Jordan, en el Albergue donde me quedé a dormir en Chamonix el primer día del viaje. En el albergue me dejaron guardar parte del equipaje mientras estaba por las montañas, así que por la mañana temprano baje desde Tête Rousse a Chamonix para volver por la tarde, un buen entrenamiento con las zapatillas. Jordan, al igual que yo, también tenía pensado hacer un ascenso en solitario, descansado previamente en Tête Rousse en una funda vivac. El día que subí por primera vez a Tête Rousse con la tienda de campaña, quedaban pocos lugares idóneos donde plantar la tienda, al final ocupé un lugar poco protegido al viento pero con estupendas vistas al Glaciar y la Arista de Bionnassay. El destino quiso que justo al lado hubiera otra tienda de una cordada de Españoles, gente agradable, con poca experiencia y llena de ilusión. Pronto comprendimos que allí arriba, mientras más gente en la que poder confiar, mejor para los intereses de cada uno, que en este caso eran los mismos, ascender hasta la cima del Mont Blanc. Como si estuviera planeado desde hace meses, comenzamos el ascenso a las 23:00, los cuatros juntos, uno detrás de otro, yo pasé primero por el paso de la "bolera" y seguidamente mis compañeros, no hubo ningún susto ni incidente. Llegaba un terreno donde me siento muy cómodo, remontar una larga arista de roca (algunos pasos de segundo grado), equipada en sus tramos más expuestos con cable de acero. Iba equipado con unos guantes finos, que me permitía mucha movilidad y tacto en las manos, el ascenso fue contaste y no tuve frío en ningún momento, por entonces todavía estaba despejado y las vistas al fondo del Valle iluminado eran espectaculares. Mi compañero Jordan intentaba seguir el ritmo pero al final se descolgó un poco, siempre teníamos el contacto visual de la luz de los frontales y yo le iba haciendo señales por donde seguir en caso de que tuviera alguna duda, ya que al ser de noche, daba lugar a errores.
En el antiguo refugio de Goûter nos volvimos a juntar, protegidos por un costado del propio refugio, había sido una trepada muy divertida y sin contratiempos, ahora la climatología había cambiado severamente, el viento era muy fuerte y la niebla no dejaba ver más allá de una decena de metros. Desde aquí hay unos 200 metros hasta el nuevo refugio, unos pocos metros empinados y llegamos a la arista de nieve que enlaza con nuestro destino. Nos pusimos los crampones, la nieve estaba muy dura y en la cresta hasta el nuevo refugio el viento golpeaba muy fuerte, no se veía nada, cabeza agachada y siguiendo una línea marcada con maroma llegamos al nuevo refugio casi al trote en dos horas desde la tienda de campaña. Entramos en el nuevo refugio de Goûter, la puerta está abierta, yo me senté en un banco que se encuentra en la pequeña entrada que precede a la sala destinada a equiparse, durante media hora permanecí sentado, inquieto, convenciéndome de que lo correcto era esperar a que la gente bajara desde la planta superior y fueran otros los que tomaran la decisión de salir en primera posición.
A las 02:00 comenzaron a salir gente del refugio para mirar la climatología, se respiraba cierta incertidumbre, pero poco a poco algunas cordadas se lanzaban camino a la cima. Notaba a mi compañero algo cansado, me preocupaba, había estado todo este tiempo en alguna sala interior del refugio buscando más calor. Justo cuando nos decidimos a emprender el camino, llegaron los compañeros madrileños, se habían retrasado más de la cuenta porque tuvieron que encordase por la arista. Casi sin que ellos descansaran, partimos nuevamente los cuatro hacia la cima del Mont Blanc, abrazos y ánimos, yo les dije que si no pasaba nada, nos veríamos en el refugio de Vallot a 4.362 metros, así que junto a Jordan comenzamos a buen ritmo el ascenso. Al salir del refugio hacia la arista de Goûter el viento arrecia con más fuerza si cabe, a veces me desestabiliza seriamente, al principio es ancha pero después se estrecha bastante. Según empiezan las primeras rampas de 30º hacia la Dôme du Goûter de 4.304 metros te encuentras con algunas grietas transversales, hay que subir haciendo zig-zag, sin salirse de la huella marcada, esta zona está más protegida del viento y se progresa mejor. Luego se baja al Col du Dome, exacto, no siempre el camino es ascendente, en este tramo vamos adelantando a algunas cordadas, algunos aprovechan para descansar. Durante la corta pero intensa subida hasta el refugio de Wallot me doy cuenta que mi compañero Jordan se ha descolgado demasiado, su luz avanza despacio, lo espero, se cae, vomita, me preocupa, juntos llegamos a la altura del refugio. El interior se encuentra en unas condiciones lamentable, las personas se agolpan en busca de cobijo, algunos duermen pues han debido de pasar la noche allí, otros vomitan, otros tocen y otros reponen fuerzas para continuar. Siento a mi compañero en un lateral del altillo, le doy agua, me queda poca y se termina, el tiene sus dos botellas vacías en la mochila, no recuerda que ha pasado con su contenido, interpreto que se le ha debido de derramar en algún momento. Se queda dormido, empiezo a preocuparme de verdad, estoy de pié, no se que hacer, me cuesta trabajo quedarme quieto, estoy incomodo, pienso que mejor esperar hasta que lleguen los madrileños. Cuando llegan, uno de ellos tiene las manos muy frías, yo llevaba unas manoplas bastantes contundentes puestas, me las quito y se las doy, me pongo los guantes que utilicé para subir por la arista de Goûter. A Jordan le dan bebida azucarada y una pastilla que dicen que es para el mal de altura, un compuesto de varios principios que a ellos les ha funcionado, el quiero continuar, pero lo convenzo para que no siga, al final acepta, quiere bajar, no está bien para ir solo, le digo que me espere un par de horas para bajar con el, al final acepta y se duerme.
Todo lo ocurrido me hace reflexionar, me encuentro muy fuerte, me conozco y aunque no voy sobrado de ropa, sé que si mantengo un ritmo continuo no debo de pasar frío y estar de regreso en menos de dos horas. Los madrileños no se encuentran muy sobrados, algunas dudas, al final decido encordarme con ellos e ir en primer lugar. Cuando salimos del refugio Vallot, comenzó un espectáculo inenarrable, uno de los más bellos que se puede contemplar en la naturaleza, el AMANECER, donde la luz del sol tiñe de rojo todas las grandes montañas que te rodean, destacando el Mont Maudit. Se continua sobre la parte alta de la rampa, que se estrecha y lleva a una arista nevada, roma pero pronunciada, donde destacan los pináculos nevados de Les Bosses y Petite Bosse, que se rodean por la izquierda. Un rellano entre ambos a 4.490 metros, nos prepara para superar un gran serac que se ha formado los últimos años y que en la actualidad se encuentra con cuerdas fijas. Después de guardar cola y subir de uno en uno, comenzamos con la esperada Arista de Bosson, un filo nevado, poco inclinado en un principio, luego más pendiente y que termina siendo vertiginoso, hacia ambos lados la pendiente se pierde vertiginosamente entre penumbras sin detalles claros. La huella da una gran tranquilidad, aunque al no ver nada me descoloca porque no tengo referencias, lo que mina un poco la moral. El ritmo es muy lento, literalmente me está matando, no consigo entrar en calor, a veces tiro con todas mis fuerzas hasta clavar mis botas en la nieve dura. Una mínima repisa nos dirige al contrafuerte de la Tournette de 4.675 metros, se gira a la izquierda y perdemos inclinación, suavizándose el terreno en la amplia cima del Mont Blanc con sus 4.808 metros.
La cima roma del Mont Banc me recuerda al lomo de una ballena blanca, el momento lo recuerdo un poco agridulce, no pude disfrutar de la cima plenamente, sin vistas y con mucho frío. En cabeza, cuando el camino ya no ascendía más, llegué hasta donde se encontraba una cordada eufórica, eran Españoles y habían subido por la ruta de los cuatro miles, al preguntarle si estábamos en la cima, la respuesta era afirmativa, he incluso nos dijeron que si continuamos por la loma enlazaríamos por la ruta que ellos habían realizado. Unas pocas fotos para el recuerdo, abrazos y saltos, empezaba a encontrarme algo mal, así que sin más entretenimiento descendí sin prisas pero sin pausa. En el descenso a veces te cruzas con cordadas que suben, ellos tienen preferencias y con mucho tacto hay que apartarse a un lado de la arista, en mi caso clavaba con fuera el piolet y los crampones a un costado de la arista. Me parece fundamental estar acostumbrado a moverse por aristas y terrenos con importante exposición, para evitar que nos impresione y quedarnos bloqueados en algún momento comprometido.
Al llegar al refugio de Vallot, mi compañero Jordan ya no se encontraba, mi parada fue mínima y continué con el descenso por si podía alcanzarlo. Una bajada rápida, recuerdo adelantar a otras cordadas que bajaban relajadas, satisfechas de lo vivido, en mi caso hasta que no me encontré descendiendo por las grandes palas del Dome du Goûter no me relajé, dejé de tener frío, ya que esta zona está mas protegida del viento, las nubes quedaron arriba, el cielo se mostró con un azul intenso y el sol apretaba que daba gusto. La nieve se había transformado, lo que por la mañana era una pista de patinaje, se había convertido en un pastizal. Cuando me encontraba por encima del nuevo refugio de Goûter, por su arista, tuve la suficiente lucidez para detenerme y sentarme en la nieve durante un buen rato, no era consciente de lo que me estaba perdiendo, por querer bajar rápido y descansar en la tienda de montaña estaba sacrificando unas vistas espectaculares, el glaciar de Taconnaz se expandía a mis pies con su caos de seracs, al fondo el glaciar de Bossons y la Aiguille du Midi. Una vez en el refugio viejo de Goûter, me quito los crampones, guardo el piolet, me quito un poco de ropa y empiezo el descenso por la arista disfrutando de las vistas al valle sabiendo que un poquito del Mont Blanc se quedaría en mí. A mitad de la arista me encontré a Jordan bastante perjudicado, de esta forma terminamos juntos en el lugar donde habíamos empezado trece horas antes.
Dicen que hay experiencias en la vida que te ayudan a aprender, otras a disfrutar, y algunas que marcan o incluso cambian toda una vida pasada. El Mont Blanc para mí ha sido todo eso, y un poco más, ha sido la culminación de un sueño. Esta cima es como esa mano que te acuna durante la noche, ese duende que mientras corres, caminas o trabajas, te acompaña donde quiera que vas. Esa visión que te traslada a un lugar donde la imaginación vuela, pero nunca nos deja ver el final. Ahora la fantasía está completada, y el final es maravilloso. Escribiendo estas líneas el recuerdo me invade y mi rostro esboza una ligera pero ya indisimulada sonrisa.
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