La Gran Vuelta al Valle del Genal: Esto es Resiliencia

La adversidad siempre está presente a lo largo de nuestras vidas, acechando, en forma de agente o situación desfavorable, agrediendo directamente a nuestro propósito, sea cual sea y venga de donde venga. Es adversidad cualquier dificultad, sea una separación incómoda, una lesión, las consecuencias de una decisión de la que nos arrepentimos, un imprevisto en nuestro día a día, los peligros que pueden hacernos daño, la pérdida de alguien querido o la lluvia torrencial durante unos días de otoño en un valle cualquiera. El Valle del Genal forma parte del patrimonio natural malagueño y es uno los lugares más hermosos y atractivos que se pueden visitar del sur peninsular, en él descubrirás que la vida puede transcurrir de otra manera. A lo largo de su historia, esta comarca, siempre ha destacado por su capacidad de sobreponerse a los impactos, absorber las presiones, resistir las perturbaciones y salir nuevamente transformado e incluso fortalecido, como ha sido esta vez. El paisaje de esta zona es el resultado de la evolución de un lugar de trabajo en un entorno natural que se ha ido adaptando a las necesidades de sus propietarios y trabajadores durante generaciones, desarrollándose una cultura propia basada en el saber hacer de los castañeros y corcheros que mantiene invariable sus características identitarias.
Los habitantes del Valle del Genal han tenido la capacidad de reaccionar con efectividad y rapidez a los efectos del temporal, siendo capaz de preparar en tan poco tiempo y con todas las garantías unas pruebas de ultra distancia alrededor del Valle tan exigentes y esperadas como son la Ultra Vuelta al Valle del Genal y las 100 millas del Genal. Una vez más, los habitantes y voluntarios del lugar se han volcado, y durante un fin de semana han mantenido a flote la esperanza de ciento de corredores poniendo en valor principios tan loables como la solidaridad y su capacidad de resistencia. Colaborando, en todo momento, para que todo salga perfecto, sin percances, dando una lección para recordar, demostrando una vez más ser un territorio resiliente. La palabra resiliencia es un vocablo nuevo de uso cada vez más frecuente que habrá que incorporar necesariamente a nuestro vocabulario. El concepto que se ha venido utilizando es usado en diversas disciplinas científicas, tales como la mecánica, para denotar la capacidad que posee un material para resistir la aplicación de una fuerza y absorberla con deformación, o la psicología, para medir la capacidad de los individuos para afrontar y superar acontecimientos de carácter traumático. Actualmente, es un término de uso común en el lenguaje cotidiano, lo que ha contribuido a la aparición de diversos significados y connotaciones. No obstante, todas las interpretaciones tienen en común que se trata de la capacidad de responder eficazmente al cambio, especialmente al cambio impredecible y repentino, como ha sido este.
Me está resultando difícil escribir mi experiencia en esta carrera, la ingesta de sentimientos disfrutados, buenos y malos, es tan amplia como la distancia recorrida. Porque una carrera como esta no comienza cuando se da la salida, comienza mucho antes, y para mí el comienzo no fue el deseado. Justo un mes antes corrí la Ultra Trail Sierra Segura, físicamente la terminé en buen estado, dejé unos días de descanso y retomé los entrenamientos de nuevo. Realicé varias tiradas largas, tiradas de cuarenta kilómetros, seguí luchando por mejorar, no sólo mantener, motivado, había que darlo todo, la carrera lo merecía. Pero los golpes en la vida pueden llegar en cualquier momento, sin avisar, en forma de lluvia torrencial o como dolor en el sóleo y los gemelos de la pierna derecha. El dolor en esta zona es agudo, insoportable los primeros días, no lo reconozco, tampoco lo entiendo. Estuve 5 días descansando, sin correr, mimando la pierna, paciente, cuando comencé a caminar sin molestias volví a salir a correr, fue como pisar una mina antipersona, era suficiente, no necesitaba más comprobaciones, así que tomé la decisión de no correr la siguiente semana y dependiendo de los ánimos ya decidiría si participaría en la carrera. Iba a ser mi primera participación, la carrera de la que hablo tiene una distancia aproximada de 130 kilómetros y alrededor de 6.000 metros de desnivel positivo, no son datos exactos porque a consecuencia del temporal se tuvo que modificar, adaptar, levemente el trazado oficial. El recorrido es una circular que pasa por los 15 municipios que conforman el Valle del Genal, así como los enclaves mas característicos de este lugar como por ejemplo el Pico El Jardón de 1.158 metros.
Cada edición de esta carrera comienza en un pueblo distinto de los 15 del Valle, priorizando la diversidad y el reparto justo, algo ejemplar en estos tiempos, este año la sede era el municipio de Genalguacil, población que se extiende desde el margen izquierdo del río Genal hasta las cumbres de Sierra Bermeja, sobre un territorio abrupto y empinado. La salida estaba prevista a las seis de la mañana, así que partimos desde Málaga a las dos y media de esa misma noche, con tiempo, ya que a partir de Estepona nos adentramos en una preciosa carretera de montaña, repleta de profundas curvas y en mal estado a consecuencia de las lluvias en los días anteriores. El poeta alemán Tiedge escribió hace algunos siglos que "El corazón necesita un segundo corazón, la alegría compartida es doble alegría, el dolor compartido es la mitad del dolor” y no le faltaba razón, si hubiera ido sólo a recoger el dorsal, no hubiera tomado la salida, mi estado emocional estaba por los suelos, pero me acompañaba ella, siempre ella, siempre ahí, mi otro corazón, su energía y apoyo incondicional me hizo colocarme en una salida que fue realmente emocionante, vellos de punta al recordarla. No creo que haya una salida igual, la puesta en escena es épica, la voz de Chito, el violín, tambores, el entorno, si te fijabas, se podía sentir como la ambición de los corredores allí presente aumentaba, sus auras crecidas, capaces de enfrentarse al mismísimo Dios de la Guerra Ares si fuese necesario.
La confianza se cultiva tras la consecución de pequeños logros y así fue como me plantee la carrera, pequeñas metas en forma de avituallamientos, sin pensar en los demás, cuidando de mi. La realidad es que somos mucho más fuertes de lo que creemos y tenemos habilidades naturales para afrontar, resistir e incluso aprender y crecer en las situaciones más adversas. Los primeros kilómetros avanzaban a buen ritmo, siempre al trote, esta vez con bastones para descargar un poco las piernas y apoyando el talón más que los metatarsos, sólo quería correr, conectar conmigo, avanzar. La subida al Pico el Jardón, amaneciendo, increíble, el valle a tus pies, dejando ver levemente unos espectaculares rayos de sol  atravesando una atmósfera cargada de gotas de agua, lloverá. En la subida adelanté a dos corredores, me sacaron una sonrisa, cosas de carrera, decían que daba miedo verme subir corriendo, en la bajada, en cambio, me alcanzaron, no había que forzar, fuimos charlando de carreras y montañas, pasiones compartidas. En Pujerra, tercer avituallamiento, kilómetro 24, nos separamos, ellos pararon y yo continué por sus empinadas calles camino de Igualeja, donde por fin, me esperaban. A esta altura ya no veía corredores de la modalidad Ultra, el rosario de corredores de la modalidad 100 millas se hacia visible, castigados, caminando, formando grupos, arropándose unos a otros, dando ánimos, ya nos queda menos.
Cada experiencia implica éxitos y fracasos, no se puede evitar. Los éxitos pueden ser utilizados en la próxima experiencia de adversidad con mayor confianza, y los fracasos pueden ser analizados para determinar cómo corregirlos. Las personas debemos prepararnos para dar lo mejor que tenemos, con toda nuestra buena voluntad y con todo lo trabajado. No hay que olvidar que alcanzar el objetivo es un premio maravilloso, pero no es el único. Se puede comprobar, siempre, búscalo, un premio fue llegar a Igualeja, el cuarto avituallamiento, kilómetro 36, por fin me detengo, mucha gente, allí estaba ella, otra vez ella, feliz, se contagia, es maravilloso, reímos, repongo, se pone nerviosa, me dice que voy noveno, carcajada, no es mi guerra, mirada sincera, salgo con ganas que pronto nos vemos. Tiene un toque mágico correr por bosques de castaños que visten de cobre montañas y colinas derramando una infinita paleta de colores entre el amarillo y el marrón, sin duda, es mágico. Sin dificultad sigo manteniendo el trote en las cuestas arriba, me gusta, el Valle está vivo, los locales quietos recogen las castañas, hombres y mujeres, lo hacen lloviendo, nosotros avanzamos, a veces se sufre, unos por diversión, otros para ganarse la vida, pero todos con algo en común, el amor por esta tierra. La temperatura exterior era agradable, invitaba a correr, en ropa corta, mojándote, la presencia de lluvia producía sensaciones agradables, en mi rostro las gotas, me resultaba familiar, ya lo había vivido antes.
Durante varios avituallamientos y algunas horas coincidí con un grupo de cuatro corredores, incluso en algunos pasaba quinto en la clasificación general, yo seguía igual, ritmo tranquilo pero constante, del grupo reconocí a Rubén Heemskerk y Amador Perena, corredores muy fuertes, ejemplos, los sigo por alguna red social. Que alegría daba llegar a un pueblo, con su respectivo avituallamiento, lleno de vida, de niños, acompañantes, amabilidad, daban ganas de pararse, aunque no lo hice hasta llegar a Alpandeire, kilómetro 67. Yo llegaba, el grupo salia, estuve algo más de cinco minutos, disfrutando, estaba ella, obvio, si no no paro, repongo geles y bebida, me coloco los auriculares con música, pero sobretodo comparto la emoción de correr, correr con molestias pero feliz por avanzar y compartirlo, sí, con ella. Conforme avanza los kilómetros te vas dando cuenta por qué Málaga es una de las tres provincias más montañosas de España y es que mires para donde mires, hay montañas. En el avituallamiento de Benalauría ocurrió algo, me encuentro a Samuel Moreno, segundo durante toda la carrera, roto, pasando realmente un mal momento, veterano, fuera del podio absoluto, en ese momento yo pasaba a ser tercero senior, sin quererlo, no me lo podía creer, era el kilómetro 90. Tenía a más de 50 minutos el siguiente senior en la clasificación y quedaban cuarenta kilómetros para meta, ella nerviosa, lo vivía, yo entero, había que continuar como hasta ahora, zancada a zancada, hasta llegar al siguiente avituallamiento.
Esa conexión que intento tener conmigo cuando corro implica olvidarse de otras cosas como del móvil, no pensar en ir haciendo fotografías es una de ellas, para mí, por ahora, no es compatible, lo llevo atrás, escondido. Alcancé a un corredor de las 100 millas, se llamaba Mariano, iba en novena posición, venía desde Asturias, luciendo con orgullo sus colores en la camiseta. Juntos, pasamos por Benarrabá y llegamos a Gaucín, kilómetro 110, nos alcanzó Samuel Moreno, que sorprendentemente se había recuperado, me alegré, me animó. La subida al Castillo de Gaucín me había resultado algo forzada, incluso me detuve unos segundos en uno de sus interminables escalones, la fatiga estaba asomando, no hice caso,  pues la meta ya se podía ver a lo lejos, vamos. El avituallamiento era en una carpa, había mucha gente, bullicio, desde allí partían en conjunto los equipos de relevo para afrontar la última parte de la carrera. En esta carpa, se podría escribir cientos de historias de las otras, de las que nunca han conocido el éxito, pero igual lo siguen intentando, os lo aseguro. Justo se hizo la noche al llegar, empezaba a hacer frío, me senté, me preparé para lo que venia, me puse los pantalones largos, la chaqueta para el viento y el frontal en la cabeza, la mochila se quedó vacía, algunos geles en los bolsillos. No me apetecía el caldo caliente, tampoco bocadillos ni pasta, se avecinaba la parte más dura de la carrera, por los kilómetros ya recorridos y por la subida al Molino del Capitán y la propia subida a Genalguacil, donde se encontraba la meta. Junto a Mariano, salí de la carpa charlando en cruzar la meta juntos, reíamos, sólo quedaba un entrenamiento de 16 kilómetros, aunque no debíamos relajarnos, él se encontraba entre los diez primeros y yo tercero senior, con tiempo suficiente, pero todo puede cambiar y hasta la meta no hay que bajar la guardia.
Llegando al cortafuego del Molino del Capitán, decido continuar sólo, nuestro trote hasta llegar allí había sido bastante lento, Mariano, que llevaba treinta kilómetros más que yo, duros, tenía claro lo que tenía que hacer, llegar a meta, y bien que lo hizo, a tus pies compañero. El tramo final se ha convertido en pura superación, una superación que sólo se entiende cuando te das cuenta de que tu máximo rival eres tú mismo, y es en ese preciso instante cuando experimentas el siguiente nivel del juego, convirtiendo este deporte en una herramienta de superación personal. En el avituallamiento de Las Gorchas, a falta de sólo 8 kilómetros para meta, me paré, muchos ánimos, ya sólo quedaba disfrutar, en una hora estarás en meta, decían, que buen tiempo llevas, además de insistir en comer y beber. Tenía buena pinta el turrón blando del avituallamiento, no entiendo porque no he comido, no estoy lucido, ya voy corriendo cuesta abajo, lanzado, sólo quiero llegar, empiezo a sentir miedo, dejo de pensar. En el silencio de la noche, a veces, se intuye la meta, con sus luces, se escuchaba el ambiente a fiesta, no es para menos, deben de estar entrando los primeros. La última subida que da acceso al pueblo de Genalguacil comienza a falta de unos dos kilómetros para meta, dura, más dura que la anterior o eso me parecía en los primeros pasos, sin lucidez, por un sendero estrecho, siempre hacia arriba. Comencé a marearme, sentía cosquilleo en la cara y las manos, temblores, me senté, pero las pulsaciones no bajaban, no se que tiempo pasó, quiero continuar. Sin luz en el frontal, sentado, hundido, me alcanzó un equipo de relevos mixto, no recuerdo sus nombres, lo siento, no dudaron en ayudarme, acompañarme, ¡dejadme, tengo que continuar! No puedo, me dieron azúcar, agua, me tumbaron, piernas en alto, llamaron a la organización y se quedaron conmigo hasta que llegaron, a pesar de ir compitiendo, grandes, mil gracias.
Hay momentos en que nada existe excepto tú, todo es un presente interminable, envuelto en el sufrimiento que la propia lucidez provoca. Es uno mismo quien se juzga y condena, porque ahora no puedes evitar acceder a la realidad completa que te ofrece, inexorablemente, la propia conciencia liberada del tiempo. En meta, ella, esperando mi llegada, con lágrimas en los ojos al ver que no lo hacia, cuando se enteró por la organización, su estado llamó la atención, vino en mi búsqueda, andando, rota. Después de que me atendieran en la ambulancia, trato inmejorable, con una botella de suero en vena, realicé junto a ella el tramo final para llegar a una meta merecida, aunque tristes por las circunstancias e injustos con nosotros mismos, somos así, exigentes y de lágrima fácil. Una vez que traspasas la línea, sea cual sea esa línea, siempre hay consuelo en las palabras y gestos de los demás, a tu alrededor, escúchalos, tenemos mucho que aprender de los demás, gracias. Para terminar quiero reafirmar porque es de justicia y sería ingrato no mencionarlo una vez más y es que correr en este Valle es como correr en un mundo aparte, en una especie de parque temático ideado para el disfrute del corredor popular. Te animan, te apoyan absolutamente todo el mundo, desde el crío hasta el abuelo. Y para la organización un sobresaliente por esa simpatía y cuidado con el que nos trata, lo digo por experiencia, con sentimiento. Yo encontré lo que buscaba en esta carrera, satisfecho, pero una vez más, en esta noche, al ir a descansar, cerraré los ojos en busca de ese nuevo sueño que me acompañe cada noche, ese duende que me distraiga sin cesar, ese reto que el año que viene, la compañía, la esperanza y la ilusión lo hagan realidad.

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