Cahorros Trail Monachil 1.0: La Gorra
A veces el azar nos lleva a entender muchas cosas que nos pasa pero que no le damos mayor trascendencia en el momento que ocurren. Jamás le hubiera dado tanta importancia a una simple gorra, conseguida como premio en una carrera. Consciente o inconscientemente, el dinero puede que sea la medida que más utilicemos para valorar las cosas e incluso a las personas. ¿Quién no valora una chaqueta casi exclusivamente por lo que cuesta, o a una persona por lo que tiene? Incluso podemos llegar a usar el dinero como medida para valorarnos a nosotros mismos, tanto valemos depende de cuanto hayamos conseguido o ganado. El valor de las cosas es algo subjetivo que depende exclusivamente de cada individuo. Ninguna cosa posee un valor "objetivo" en sí misma, ni por el trabajo empleado, como diría Karl Marx, ni por su coste de producción, ni por el riesgo para obtenerlo, o por el ingenio para conseguirlo. Una carretilla de mano puede tener un valor inmenso para una persona que necesita mover sacos de patatas y, a la vez, casi ninguno para otra, sin que haya nada objetivo en la carretilla que justifique su alto o nulo valor. Todo depende del sujeto que lo valora según sus preferencias, objetivos, posibilidades, necesidades, etc.
Valor y precio son, por tanto, cosas distintas aunque relacionadas. Y ya lo decía Antonio Machado: "es de necios confundir valor y precio". Este dicho, quizás, debería estar escrito en todas partes y formar parte de todo himno nacional. Quien confunde valor y precio está condenado a ver toda su vida de forma distorsionada, no a través de su escala personal y subjetiva de valores, sino a través de la herramienta social de intercambio que son los precios. Así, un empresario de éxito que valorase las cosas por su precio de mercado, consideraría absurdo dedicar uno o varios días en subir a pie o escalando una montaña. Podría encontrar en el mercado una forma más fácil y rápida de hacerlo y así poder ganar más dinero en el tiempo sobrante. Por esta razón a veces es complicado contestar preguntas como ¿Cuál es el valor de subir una montaña y cuál es su precio?
Monachil es un pueblo que está situado a tan sólo ocho kilómetros hacia el sureste de Granada, en la parte del centro-sur de la comarca de la Vega de Granada. A tan sólo 15 minutos en coche desde la ciudad de la Alhambra nos encontramos en un lugar completamente distinto, en donde la paz y tranquilidad triunfan sobre el tráfico de la capital. Monachil es conocida, entre otras cosas, por el impresionante desfiladero de Los Cahorros, que está situado a tan solo 2 kilómetros del pueblo. Estos desfiladeros de piedra caliza, son un lugar muy apreciado por los círculos de escalada ya que ofrece numerosas rutas de todos los niveles y dificultades. La última vez que estuve por esta zona, fue practicando escalada con una gran persona, Eugenio, un día inolvidable, recuerdos desde aquí amigo.
La carrera se presentaba a priori bastante exigente, a las faldas de Sierra Nevada, con 32 kilómetros y 5.000 metros de desnivel acumulados, la mayoría de ellos por senderos y bajadas técnicas. Las caras conocidas de los buenos corredores en línea de salida era suficiente para querer darlo todo, aún sin estar en forma, me inscribí en esta carrera para coincidir y acompañar a mi amigo Antonio Pozo. Finalmente no pudo venir y hubo que competir, sin saber gestionar esfuerzos o estado de forma, sobre un trazado rompe piernas terminé la carrera en un séptimo puesto y tercero de mi categoría. Demasiado esfuerzo, pensé cuando crucé la línea, pero contento por correr en un paraje tan espectacular como son los Cahorros, por haber formado parte de la primera edición de esta gran carrera que le auguro mucho futuro. Pero sobre todo satisfecho por estar en la linea de salida y poder compartir y competir momentos con grandes corredores, véase segunda imagen, personas apasionadas de la competición, preparados, ejemplos que se tendrían que los responsables de este deporte y no a cuatro youtubers pidiendo un dorsal por grabar un vídeo.
Recuerdo el momento previo del primer día que salí a la calle a pasear después del accidente, no sabía que ponerme de ropa, fui al armario, el grande, tiene una balda en la parte de arriba, allí guardamos las cosas que no le damos uso. Dentro de una bolsa, entre camisetas de publicidad, había una gorra, me sonaba, ahora lo recuerdo, esa sensación tan bonita cuando inesperadamente te sumerges en un mar de recuerdos y revives momentos especiales. Y entonces la cogí, me la puse, me miré en el espejo, me gustó, era justo lo que necesitaba para que no me diera el sol en las heridas de la frente. Y poco a poco, "la gorra", una en concreto, pasó de ser un accesorio para protegerme del sol a quedarse a mi lado y formar parte de mi día a día. Bajo su protección he vuelto a soñar, a ser fuerte y a darme cuenta que a veces, todos necesitamos un pequeño detalle para seguir adelante.
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