I Trail La Pólvora: Somos Canibales de Experiencias
Estamos atrapados en la cultura de la prisa y de la falta de paciencia, hablo en primera personal del plural porque yo me incluyo. Vivimos en un estado constante de hiperestimulación e hiperactividad que nos resta capacidad de disfrutar de la vida en general, del placer que uno puede hallar en su trabajo, en las relaciones humanas o en una comida. Nos hemos vuelto muy superficiales, no profundizamos en las cosas, una de las cosas que más me gusta de La Herradura, son sus atardeceres desde Cerro Gordo, pero voy poco, muy poco, y cuando voy no me encuentro a nadie que lo haga. Hay que reaprender el arte de gozar si queremos ser felices ya que sólo tratamos de amontonar tanto consumo y tantas experiencias como nos sea posible y disfrutar de un atardecer a 10 minutos de casa que puede durar una hora se ha vuelto poco rentable. No sólo deseamos una buena profesión, sino también asistir a cursos, hacer deporte, leer todos los libros posibles, salir a cenar con la pareja, ir al cine... El resultado es una corrosiva desconexión entre lo que queremos de la vida y lo que, de una manera realista, podemos tener, lo cual alimenta la sensación de que nunca hay tiempo suficiente.
Una de las consecuencias de vivir acelerado es la rabia, se nota en el ambiente, ya sea por los atascos en las carreteras, las esperas en las paradas de autobús, las aglomeraciones en los comercios, las relaciones personales, la situación en el puesto de trabajo, los tropiezos en las vacaciones. Todo objeto inanimado o ser viviente que se interpone en nuestro camino y nos impide hacer exactamente lo que queremos hacer cuando lo queremos hacer, se convierte automáticamente en nuestro enemigo. Hemos perdido la capacidad de esperar, ser paciente con la vida, de observarla y aprender de ella. Encima estamos aplicando toda esta mala filosofía, que nació del trabajo, en el ocio, que se vuelve una obligación, y caemos en la trampa de hacer demasiado, como por ejemplo, correr carreras, mientras más mejor.
Y así, con esta mentalidad me inscribí en el primer Trail La Pólvira, celebrado en la localidad de Cantoria, en la provincia de Almería, a casi tres horas de camino en coche y todo por querer hacer, en este caso participar, en más carreras de las necesarias para disfrutar de este deporte, que no es otro que correr por montañas. Aunque no tendría que haberme inscrito por su lejanía y cansado de toda la semana de ir a Málaga a trabajar, la carrera estuvo genial, concretamente el trato al corredor de lo mejor que he visto. En Cantoria, Comarca del Valle del Almanzora, se celebraba la Fiesta Popular de las Carretillas y en su plan de actividades incluían una carrera solidaria a favor de ELA Andalucía en la que se volcaron vecinos y organizadores para dar lo mejor. La carrera de 24 kilómetros y 1.700 metros acumulados por pistas se hizo muy rápida, finalmente el tiempo dio un poco de tregua, pero el frio hizo que tuviera que correr con el chubasquero puesto. Desde las 10 de la mañana que dio comienzo siempre me mantuve entre los ocho primeros, con contacto visual sobre la pareja que iba por delante, pudiendo alcanzarlos a falta de unos kilómetros y finalizar séptimo de la general y tercero senior. Una lástima que Joan Marc se tuviera que ir dejando el podio de seniors un poco cojo, ya que quedó primero. Lo mejor de estas carreras son su punto solidario, y es lo que hace que finalmente merezca la pena el esfuerzo que a veces conlleva participar en ellas, en este caso dar visibilidad a la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) ya que todo lo recaudado se destinó a la ONG que trabaja con personas y familias afectadas por esta enfermedad rara.
De todo esto me quedo con una pregunta: ¿para qué es la vida?
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